Los números de 2011

Los duendes de las estadísticas de WordPress.com prepararon un reporte para el año 2011 de este blog.

Aqui es un extracto

Un tren subterráneo de la ciudad de Nueva York transporta 1.200 personas. Este blog fue visto alrededor de 4.500 veces en 2011. Si fuera un tren de NY, le tomaría cerca de 4 viajes transportar tantas personas.

Haz click para ver el reporte completo.

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DICIEMBRE…

Este poema es la trágica historia del olvido de un poema.

 Brotaron sus palabras como voz que brotaba del sueño.

Bellas estrofas perdidas, inquietantes imágenes

 rezumando silencio, borradas como nombres

escritos una tarde de estío en la arena y que la pleamar se llevó.

 

No hay espacio aquí para el desencanto

 (Yo, como ese poema, también soy silenciosa)

 Tan sólo la reflexión, la terrible constatación

del final de tantos, tantos versos,

 y la debilidad con que se asume lo inefable

como un poso de pureza imposible,

semejante a esos días en que el trastorno

nos desvanece y algo interior,

girando donde nada gira, grita ¿dónde estás?

para que algo, igualmente interior, descubra

 en la respuesta un umbral que nunca franquearemos,

temerosos de hallar que las palabras son una cortina

 de humo, fragmentos volátiles

 como villanos en una tempestad.

 

 ¿Y si cerrara los ojos?

¿Y si dejara que el vacío llenase esta página

 como el agua los huecos de árboles desarraigados?

 

 No, no es la palabra escrita sino la ausente

 la que perdura. Y esa ausencia tiene una forma,

 y esa forma tiene un color,

y ese color tiene, posiblemente, un destino.

 

Ahora es de noche y escribo.

 Escribo caído en la trampa de la costumbre

como una ave migratoria que, a ojos

de las otras, es sólo un bicho perdido,

demasiado confuso para volar. Volar, errar

detrás del agua sólo para constatar la sed

y darle un rincón,

 el mismo que a la forma que en el lecho

el pensamiento deja de un cuerpo inalcanzable.

 

Sí. Es de noche. Y escribo este poema.

 Mañana, pájaro de alas rotas, narrará la historia

de otro poema sin existencia

 Lo poseeré mientras surja.

Luego será, seré abandonado.

 ¿Cómo podría ser de otro modo?

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Los números de 2010

< https://icaro261101.wordpress.com/wp-admin/post-new.php?yib=2010p>Los duendes de estadísticas de WordPress.com han analizado el desempeño de este blog en 2010 y te presentan un resumen de alto nivel de la salud de tu blog:

Healthy blog!

El Blog-Health-o-Meter™ indica: Wow.

Números crujientes

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Un duende de estadísticas ha creado esta pintura abstracta, inspirada en tus estadísticas.

Un Boeing 747-400 transporta hasta 416 pasajeros. Este blog fue visto cerca de 1,600 veces en 2010. Eso son alrededor de 4 Boeings 747-400.

En 2010, publicaste 34 entradas nueva, haciendo crecer el arquivo para 268 entradas.

Tu día más ocupado del año fue el 4 de octubre con 56 visitas. La entrada más popular de ese día fue Leyenda de Pegaso.

¿De dónde vienen?

Los sitios de referencia más populares en 2010 fueran mail.live.com, cid-348dae07385951bb.profile.live.com, wordpress.com, search.babylon.com y link.smartscreen.live.com.

Algunos visitantes buscan tu blog, sobre todo por leyenda de pegaso, persefone, leyenda del pegaso, donde empieza la boca y la leyenda de pegaso.

Lugares de interés en 2010

Estas son las entradas y páginas con más visitas en 2010.

1

Leyenda de Pegaso julio, 2008
1 comentario

2

LA LEYENDA DE PERSÈFONE (LA PRIMAVERA) septiembre, 2008
1 comentario

3

ESFUERZATE EN SER FELIZ julio, 2008
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4

Mario Benedetti- Dònde empieza la boca marzo, 2008
2 comentários

5

Poema para un final noviembre, 2007
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POR ESA PUERTA

 Por esa puerta huyó diciendo :«¡nunca!»
Por esa puerta ha de volver un día …
Al cerrar esa puerta dejo trunca
la hebra de oro de la esperanza mía.
Por esa puerta ha de volver un día.

Cada vez que el impulso de la brisa,
como una mano débil indecisa,
levemente sacude la vidriera,
palpita más aprisa, más aprisa,
mi corazón cobarde que la espera.

Desde mi mesa de trabajo veo
la puerta con que sueñan mis antojos
y acecha agazapando mi deseo
en el trémulo fondo de mis ojos.

¿Por cuánto tiempo, solitario, esquivo,
he de aguardar con la mirada incierta
a que Dios me devuelva compasivo
a la mujer que huyó por esa puerta?

¿Cuándo habrán de temblar esos cristales
empujados por sus manos ducales,
y, con su beso ha de llegar a ellas,
cual me llega en las noches invernales
el ósculo piadoso de una estrella?
¡Oh Señor!, ya la pálida está alerta;
¡oh Señor, cae la tarde ya en mi vía
y se congela mi esperanza yerta!
¡Oh, Señor, haz que se abra al fin la puerta
y entre por ella la adorada mía!…
¡Por esa puerta ha de volver un día!  

 Querer es una angustia, una pregunta,
una suspensa y luminosa duda;
es un necesitar saber todo lo tuyo
y a la vez un temor de al fin saberlo.

Querer es reconstruir, cuando te alejas,
tus pasos, tus silencios, tus palabras,
y pretender seguir tu pensamiento
cuando a mi lado, al fin inmóvil, callas.

Querer es una cólera secreta,
una helada y diabólica soberbia.

Querer es no dormir cuando en mi lecho
no sueñas entre mis brazos que te ciñen,
y odiar el sueño en que, bajo tu frente,
acaso en otros brazos te abandonas.

Querer es escuchar sobre tu pecho,
hasta colmar la oreja codiciosa,
el rumor de tu sangre y la marea
de tu respiración acompasada.

Querer es absorber tu savia
y juntar nuestras bocas en un cauce
hasta que de la brisa de tu aliento
se impregnen para siempre mis entrañas.

Querer es una envidia verde y muda,
una sutil y lúcida avaricia.

Querer es provocar el dulce instante
en que tu piel busca mi piel despierta;
saciar a un tiempo la avidez nocturna
y morir otra vez la misma muerte
provisional, desgarradora, oscura.

Querer es una sed, la de la llaga
que arde sin consumirse ni cerrarse,
y el hambre de una boca atormentada
que pide más y más y no se sacia.

Querer es una insólita lujuria
y una gula voraz, siempre desierta.

Pero querer es también cerrar los ojos,
dejar que el sueño invada nuestro cuerpo
como un río de olvido y de tinieblas,
y navegar sin rumbo, a la deriva:
porque querer es, al fin, una indolencia.

 AMADO NERVO

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¡Hola mundo!

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Cuéntame cómo vives;
dime sencillamente cómo pasan tus días,
tus lentísimos odios, tus pólvoras alegres
y las confusas olas que te llevan perdido
en la cambiante espuma de un blancor imprevisto.

Cuéntame cómo vives.
Ven a mí, cara a cara;
dime tus mentiras (las mías pueden ser peores),
tus resentimientos (yo también los padezco),
y ese estúpido orgullo (puedo comprenderte).

Cuéntame cómo mueres.
Nada tuyo es secreto:
la náusea del vacío (o el placer, es lo mismo);
la locura imprevista de algún instante vivo;
la esperanza que ahonda tercamente el vacío.

Cuéntame cómo mueres,
cómo renuncias —sabio—,
cómo —frívolo— brillas de puro fugitivo,
cómo acabas en nada
y me enseñas, es claro, a quedarme tranquila.

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El amante y el amado

¿Qué es el amante; qué, el amado? Su diferencia no es de cantidad, sino de calidad. En toda relación amorosa hay, en último término, un devoto y un dios, un esclavo y un amo. Hay quien rompe a hablar y quien responde. 
El papel de amante y el de amado nada tienen que ver con la postura física: es algo interior y más trascendental, algo invariable hasta la muerte. 
El amor es como una comedia, bien o mal escrita, y todos nacemos con los papeles repartidos. Todos, al nacer, traemos debajo del brazo el papel de protagonista o de antagonista, el papel de amante o el papel de amado. No de una manera rígida. El amante también se siente correspondido y el amado también corresponde. Pero esencialmente cada uno ya sabe, al nacer, cuál es su papel. Tiene que aprenderlo con certidumbre, tiene que asegurarse. Por supuesto que ese amante y ese amado luchan por el protagonismo de la comedia. Pero cada uno sabe cuál es su papel en esa batalla incruenta, en esa hermosa batalla fingida tantas veces, del amor. 
Se empeñan los que aman en actuar como si fuesen los amados. En que se les arranque, como a la fuerza, lo que están deseando otorgar. Es su doliente forma de mentirse. Desean colocarse en la posición del otro y empiezan entonces a perder realmente la partida. Existen seres dulces, tibios, a los que hay que mimar, ante los que hay que tomar la iniciativa. Bastante hacen ya con abandonarse al capricho de los otros: no se les debe exigir más que eso. Les llegará quizá el momento en que sean ellos los amantes y en que sufran lo que ahora hacen sufrir. Pero antes de ese momento no se les puede imponer lo que no sienten, de lo que apenas si caen en la cuenta. "Ah, sí", dicen y recuerdan vagamente que tienen una amante y se enorgullecen un poquito y responden, con cierto fuego o, mejor, sin desviar mucho la atención, a las caricias. Sin embargo, cuando éstas son demasiado numerosas, demasiado insatisfechas, vuelven con hartura la cabeza, con un gesto de niño contrariado en los labios y el entrecejo fruncido, y se defienden pensando en otra cosa. "Está bien. Déjame leer un poco." Mientras al amante le sabe a sangre la boca y se desprecia a sí mismo, bien porque no sirve para hacerse corresponder, bien porque, a pesar de ello, no puede dejar de desearlo. 
Fue un día en casa de Analía Gadé. Inventé el juego del amor, que consistía en que cada uno decía cómo veía a los demás, si como amante o como amado. Hubo total unanimidad. Yo era el amado. Me vine a casa llorando. Me parecía un horror, me parecía que el juego era una mierda y que se había equivocado todo el mundo. Luego empecé a darme cuenta de que a lo mejor era verdad, que yo había sido el amado siempre; mal amado, insuficientemente amado, apresuradamente amado, pero el amado. Vi que habían intentado llenar mi piscina, mi gran capacidad de amor, con una tacita de café y había urgido este trabajo de amor, y al hacerlo, había adoptado una postura de amante. Y probablemente no lo he sido… Me debía haber resignado a ser amado. Luego ya me he resignado, sencillamente porque no he participado mucho en el asunto. De todas maneras, no he tenido suerte en el amor y tampoco he sabido hacerlo. 
El amante tiene mejor prensa que el amado. El amante siempre dice: «Caramba, apostar la vida entera, que pongo yo en el tapete verde, contra tres duros que pone el amado, siempre es perder. Porque ¿qué es ganar tres duros a riesgo de perder la vida?» Sí, pero es que el amante gana tres duros cada tres minutos. Llega un momento en que esa buena prensa hay que cuestionarla, porque el que está pendiente del amante es el amado. El amado es irremisible. Realmente, el amante se satisface con el amor conseguido y, a veces, de pronto, vuelve la cara hacia otra cosa y el amado se queda sin la luz, porque recibe la luz a través del amante. Yo estoy ahora muy de parte del amado: se le ha hecho injusticia. El amante, cuando se va, recoge toda la parafernalia con que había adornado al amado: las velas rizadas, las joyas, los mantos bordados, como una virgen sevillana, se lo lleva todo y se lo pone a otra imagen. Y se queda absolutamente desvalido el amado. Yo estoy con los perdedores y me parece que el amado puede ser el más perdedor en el amor.

EXTRACTO DE CUADERNO DE AMOR – ANTONIO GALA – 

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AUSENCIA

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Ausencia.

A veces tu ausencia forma parte de mi mirada,
mis manos contienen la lejanía de las tuyas
y el invierno es la única postura que mi frente puede tomar para pensar en ti.

A veces te descubro en el rostro que no tuviste y en la aparición que no merecías,
a veces es una calle al anochecer donde no habremos ya de volver a citarnos,
mientras el tiempo transcurre entre un movimiento de mi corazón y un movimiento de la noche.

A veces tu ausencia aparece lentamente en mi sonrisa igual que una mancha de aceite en el agua,
y es la hora de encender ciertas luces
y caminar por la casa evitando el estallido de ciertos rincones.

En tus ojos hay barcas amarradas, pero yo ya no habré de soltarlas,
en tu pecho hubo tardes que al final del verano
todavía miré encenderse.

Y éstas son aún mis reuniones contigo,
el deshielo que en la noche
deshace tu máscara y la pierde.

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Fugaz

 
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Fugaz.

 

No sé si este poema es el que tú necesitas,
si sus sonidos dicen más que sus silencios.

Tómalos como abrigo de lana, como plato caliente.
Si no en ti, en alguna parte de ti habrán de sonar,
aunque yo no sepa guiarlos.
¿Quién puede, con palabras, guiar una voz
cuando el decir y el sonar no son idénticos?

Ahora pienso en ti. Es bondadoso este evocar
venido con el frío como el mejor regalo.
¿Pensarás tú en mí? ¿En qué porción
del espacio se unirán los recuerdos?

Debe de existir algo sagrado
si este pensar te trae y me lleva.
Un dios manchado con mi misma carne,
respirando con tu mismo aliento.

Nada es firme, ya sé, los vientos pasan
trayendo vientos de otras tierras.
También este viento con pájaros
que me estrecha contigo como si tuviera miedo.

Miedo a nombrar y romper estos días,
miedo de que te canses y vayas de pronto,
miedo a no saber despedirme
y a carecer de antídoto contra el miedo.

Ya he dicho demasiadas veces adiós
y todas esas veces he muerto un poco.
No me digas adiós, quédate siempre,
y no tendrá dominio la muerte.

En la hora suprema sabremos por fin
lo que el tiempo ha hecho de nosotros.

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Tribunal

 

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Tribunal

Francoise Roy

 

 El tribunal tiene asientos de terciopelo rojo. Han invitado al juicio a todos mis conocidos, que serán llamados a atestiguar en mi contra. Me llaman, esposada y amordazada, a la barra de los acusados. Los cargos son recitados por el juez en alejandrinos polirrítmicos: ‘Por los cisnes sedosos que acarician las cañas/con sus quillas de plumas a medio luminosas/una rosa de nieve deshoja ella infinita/cuyos pétalos forman círculos en las aguas’. 

          ¿Qué será el cisne? ¿Serán mis últimas palabras como el ‘ padre, padre, ¿por qué me has abandonado? ‘¿El don de profecía, el anunciador de fallecimientos? Pienso en la rosa de nieve, y en qué dádiva del invierno podría significar esa copa de pétalos en la blancura de un prado. El fiscal se da cuenta que no entendí nada y repite la misma acusación en endecasílabos: ‘Para el cisne sedoso entre las cañas/con su quilla de plumas luminosas/deshoja sin cesar la rosa nívea/y turba con sus pétalos el agua’. Menos entiendo. Ahora el agua se turba como se arrugaría un espejo viejo: no sé si se trata del estanque que llevo dentro y donde un lapidador invisible arroja piedras. El rojo de la rosa, tal vez, es la tintura de cinabrio que pinta mi corazón (pobre, se ha hecho tan pálido, tal vez ni a rosado llegue).
          El tiempo corre, gacela fantasmal en el sombrajo del monte. Aún no sé qué cargos se me imputan. El cisne nada en círculos en mi mente. Trae en el pico una rosa de hielo con escarcha en las espinas. Volteo hacia el jurado, buscando en la negra profundidad de los ojos que me acribillan una estrella de clemencia, una mínima estrella, una pupila de luz en la oscura bóveda. Veo una guillotina.

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